TESTIMONIO DE UN PRESO
Querido
Kiko: ¡que la Paz del Señor resucitado esté siempre contigo!.
Me llamo
Pasquale y soy de la primera comunidad neocatecumenal de la cárcel de
Poggioreale (Nápoles). Estoy contento de escribirte esta carta porque cuando
me mandaron los anuncios de las catequesis fuí a escuchar solo por asuntos
personales, porque quería meterme en el bolsillo al sacerdote, porque ya
llevaba ocho meses en la cárcel y pensaba que el sacerdote podía hacerme
salir de la cárcel. Sin embargo no sabía que el Señor tenía para mí un
proyecto bien distinto. Y cuando fuimos a escuchar las catequesis, éramos 80
presos.
Las
catequesis hablaban, pero nosotros no las escuchábamos y hablaban de este
camino neocatecumenal, hablaban de este español, de este Kiko, hablaban de la
Virgen María, pero a mí personalmente no me importaba absolutamente nada,
porque solo pensaba en salir de la cárcel.
Pensaba
en todos mis problemas de afuera, pensaba en todos los años de cárcel que ya
había pasado y nadie me liberó nunca, como podía liberarme Jesucristo, pero
los catequistas seguían diciéndonos que el Señor nos libraría de nuestras
esclavitudes, aunque yo, sinceramente hablando, no me lo creía, y decía:
"no son más que chorradas, ¿qué quieren estos pelmas?..., ellos ahora se
van a casa, mientras que nosotros estamos encerrados aquí dentro y nos vienen
a decir todas estas chorradas..., pero a mí, ¡qué me importa!".
Pensaba
en todo lo que hacía afuera, pensaba que al salir tenía que vender droga,
pensaba robar a la gente para sacar dinero, incluso estaba pensando en
meterme en algún clan camorrista, porque quería vengarme de todas las
maldades que había recibido.
Pero
durante las catequesis estaba naciendo algo dentro de mí, cada catequesis que
escuchaba me hacía estar clavado en la silla, ya no era capaz de oir la voz
de mis amigos, el Señor quería hacer nacer algo dentro de mí, pero todavía no
quería aceptar esa realidad.
Porque
el Señor sabía como pillarme, porque El sabía que doy asco, pero el Señor no
me abandonó, sabía que yo tenía necesidad de El. El Señor me estuvo realmente
cerca porque el sabía que yo era débil, ya sabía de mis perseguidores y no me
abandonaba nunca.
Porque
luego empezaron las persecuciones, mis amigos empezaron a decirme que era
idiota, siempre me decían "pero, ¿cómo consigues estar sentado y
escuchar estas bobadas?"..., pero el Señor no me dejaba ir. El sabía que
yo tenía necesidad de El, porque en la cárcel es difícil escuchar la Palabra
de Dios, porque todos piensan que ir a la iglesia es una vergüenza, porque
también yo pensaba todo esto y no estaba confirmado, no había hecho la
primera Comunión, no me había confesado en mi vida, es más, los curas y las
monjas me eran todos antipáticos e incluso llegué a robarles.
Pero el
Señor sabía adonde quería llevarme, a esta nueva vida... Durante la
celebración penitencial me encerraba en mí mismo porque tenía miedo de
confesarme, de ser juzgado, tenía miedo de la vergüenza, pero algo sucedió
dentro de mí durante la celebración, no sé ni como explicarlo, me encontré
delante del sacerdote sin ni siquiera darme cuenta.
El Señor
quiso llevarme allí, hacerme sentir la alegría dentro de mí, hacerme sentir
el amor que El tenía por mí, hacerme sentir que El me quería realmente, que
El me estaba perdonando todos mis pecados, porque pensaba que mi vida ya no
era nada, que estaba acabada, porque a mi siempre me juzgaron los tribunales
y siempre fuí condenado, me dieron siempre años de cárcel.
Pero en
aquella penitencial ví cómo el Señor, con todas las maldades, con todo el mal
que he hecho a la pobre gente, con toda la droga que vendí a los pobres
chavales inocentes, ví que el Señor me perdonó, entonces entendí que había un
Dios que no me condenaba, sino que me había perdonado todos los pecados.
Pero la
alegría y el amor que el Señor quería darme creía que se acabarían después de
la penitencial, pero el Señor, una vez más, se me manifestó en la celebración
de la Biblia (de la Palabra -se refiere a la celebración de la entrega
solemne de la Biblia por parte de la Iglesia, en el marco de una celebración
de la Palabra que tiene lugar en el período de catequesis, una vez realizada
la penitencial-) porque después de la celebración volvimos a las celdas y
abrí la Biblia al azar y la lectura que salió era precisamente la de
"Lázaro, sal fuera!". Allí el Señor me hizo entender que aquel
Lázaro que estaba en el sepulcro era yo, el Señor poco a poco me estaba
haciendo entender que quería devolverme la vida. Quería hacerme vivir una
alegría todavía más grande, la celebración de la Eucaristía. Allí realmente
el Señor estaba comenzando a abrir este camino, porque todo me llamaba la
atención: los salmos, los cantos...
...Pero
de repente sucedió algo... y empieza también la persecución y el pitorreo,
mis compañeros de celda empezaron a decirme "pero, ¿quién te obliga a
hacerlo?"... y mes tras mes el Señor estaba realmente haciendo nacer
algo dentro de mí, me estaba haciendo entender, a pesar de que yo hubiera ido
a las catequesis para meterme en el bolsillo al sacerdote para salir de la
cárcel.
Pero el
Señor me hacía sentir cada vez más feliz porque seguía en la cárcel, el Señor
me estaba liberando de mis maldades, de mis esclavitudes, de la esclavitud de
la droga, de la esclavitud del mal, el Señor me estaba haciendo entender que
mi vida no era el dinero, sino mi familia. Porque yo pensaba que el dinero lo
era todo para mí, el Señor me hacía entender que tenía que ir a trabajar y
que no debía robar ni vender droga. Lo más bonito era cuando mi mujer venía a
visitarme y yo le hablaba de la comunidad. Mi mujer me veía cambiado pero
también decía que estaba loco porque yo le decía que cuando saliera la
llevaría a la Iglesia y me casaría con ella, pero ella no se lo creía, hacía
diez años que estábamos casados por lo civil, pero ella seguía diciéndome que
estaba loco porque yo le decía que tenía que hacer la primera Comunión, pero
ella no se lo creía. Realmente estaba creciendo en Jesucristo porque me daba
cuenta de que ya no me importaba salir (de la cárcel), el Señor empezaba a
hablar dentro de mí, hablaba a mi corazón, lo sentía cada vez más cerca con
el canto "Quién nos separará del amor de Dios", no hacía otra cosa
que cantar este canto. ...El tiempo pasaba y yo no me daba cuenta... y el
Señor una vez más quería hacerme vivir algo precioso, porque el juez me dió
ocho dias de permiso, pero esta vez no era como todas las demás veces, porque
sentía algo distinto a todas las demás veces que había salido de la cárcel.
Las otras veces pensaba enseguida en conseguir dinero, pero esta vez el Señor
estaba cambiando realmente mi vida.
Porque
el Señor me había puesto ante el camino del bien y del mal... estaba
realmente cerca de mí y realmente era El quien me acompañaba de la mano
porque me quería mucho y me estaba haciendo salir de una esclavitud de la que
nunca nadie pudo hacerme salir, de la esclavitud de la droga. ...Estaba muy
contento porque sentía que el Señor empezaba a hablar a mi corazón, me daba
la alegría de volver a la cárcel porque si no hubiera conocido al Señor
seguramente no habría vuelto. Los ocho días de permiso pasados en casa con mi
mujer y mis dos hijos fueron muy bonitos porque era muy distinto de las otras
veces, porque las otras veces no me importaba nada estar en casa, porque
salía corriendo a buscar a mis amigos para ver como debía conseguir dinero,
hablando claro, adonde tenía que ir a robar.
Pero
luego volví a la cárcel con serenidad y tranquilo... Nuestros catequistas
vinieron a vernos y estuvimos celebrando la Eucaristía, y en un momento dado
entró una brigada con dos guardias y me llamaron para que saliera porque era
libre. Pero yo ya no sentía este deseo de salir y les dije que no me iba
hasta que terminara la Eucaristía. El capellán y los catequistas me invitaban
a irme porque era libre de salir, pero yo insistía en que quería terminar la
Eucaristía. Y los guardias me decían que estaba loco porque nunca habían
visto a nadie que no quisiera salir de la cárcel, porque normalmente cuando
salen, todos lo dejan todo y se van pitando, pero yo sentía que el Señor
hablaba a mi vida. Cuando salí de la cárcel, el Señor me había puesto delante
el camino del bien y del mal. He elegido la senda de Jesucristo, la estrecha
difícil y cuesta arriba, y empecé a continuar el camino en la décima
comunidad de San Giacomo, a pesar de que tenía muchas dificultades porque
vivía lejos y no conseguía ir hasta allá porque me faltaba dinero para
gasolina, pero el Señor siempre ha estado cerca de mí y así he empezado a
experimentar la providencia de Dios y a constatar que El es padre de la vida.
Como
primera cosa, quise hacer la Confirmación porque me hacía falta para casarme
en la Iglesia y me alegró que uno de los catequistas de la cárcel quisiera
ser mi padrino y luego le pedí que también fuera mi padrino de boda y él
aceptó. Fué bonito el día de mi boda en la Iglesia, porque realmente sentía
que Jesucristo venía a atarme con más fuerza a mi mujer, a la que yo había
hecho sufrir tanto, cuando me drogaba y vivía en la muerte, y me daba la
posibilidad de tener una familia cristiana en el verdadero sentido de la
palabra. Tuve problemas con las personas que estaban a mi alrededor, con los
parientes que no creían que yo hubiera cambiado, que no era posible porque
siempre que había hecho una promesa, después no la había mantenido nunca, con
mis amigos con los que iba a robar y a los cuales les decía que era el Señor
quien nos salvaba de nuestras esclavitudes, pero ellos me decían que estaba
loco, pero veía lo importante que era hablar de Dios porque el Señor me
robustecía, a mí, porque sentía que tenía necesidad de él y he visto cómo el
Señor proveyó para mí y para mi familia.
Empecé a
trabajar recogiendo la basura por la noche con una empresa privada, haciendo
grandes sacrificios porque no quería renunciar a las celebraciones de la
comunidad. Luego, cuando la empresa perdió la contrata, me quedé en paro,
pero después de poco tiempo Dios proveyó y encontré un puesto de albañil que
para mi era agobiante porque tenía que levantarme por la mañana muy temprano
y sufría mucho por el cansancio, porque yo nunca había trabajado así, y esto
yo no lo aceptaba demasiado bien porque veía que cuando vendía droga
trabajaba menos y ganaba mucho más. Pero el Señor me hizo entender poco a
poco que solo él era importante y que tenía que trabajar para alimentar a mi
familia, y que lo más importante era anunciar su amor a mis compañeros. Lo
más bonito para mí es hablar de este Jesucristo resucitado, porque él me ha
sacado realmente de lo profundo del abismo, de la oscuridad de la muerte, en
donde yo no veía la luz, pero el Señor me ha sacado de nuevo a la luz, me ha
devuelto la vida, y por todo eso quiero dar gracias al Señor. Quiero dar gracias
al Camino Neocatecumenal, porque si no hubiese conocido el Camino estaría
todavía vendiendo droga, estaría todavía haciendo daño a la gente, pero el
Señor ha sido realmente bueno, realmente me quiere como un padre. Es el único
padre que he tenido en la vida, porque crecí sin padre, es el único padre que
me ha querido, con todos mis pecados.
Un día
me ocurrió que tuve que ir a un proceso por una vieja historia de droga, y a
mí no me importaba nada tener que volver a la cárcel, aunque lo sentía por mi
familia y mi comunidad. Y el Señor me mostró su gran paternidad también en
este hecho, no dejándome solo, porque al proceso vinieron también los
hermanos de mi comunidad, que mientras esperaban se pusieron a rezar conmigo,
a pesar de toda la gente que había, y gracias a sus oraciones y a la ayuda
del Señor, el juez me dijo que estaba libre y que no tenía que volver a la
cárcel. Después de estos años de camino a través de las tribulaciones, las
persecuciones, el Señor me está haciendo vivir los días más bonitos de mi
vida porque en mi barrio antes se sabía que yo robaba y vendía droga, pero lo
más bonito es que ahora solo me ven hablar de Jesucristo.
Querido
Kiko, no acabaría nunca de contarte las maravillas que el Señor ha hecho
conmigo, me ha hecho experimentar la alegría de tener otro hijo (Emanuele =
Dios con nosotros) y un poco después otra hija, de sentirme realmente padre y
de hacer entender a mis hijos que siempre me equivoqué en la vida, pero que
hoy está Jesucristo, que me ha aceptado con todos mis pecados y con todas las
dificultades, que siempre está Dios Padre que provee para nosotros. Yo me
maravillo de mí mismo, veo como el Señor se sirve de mí para llevar su
Palabra aunque yo no sea digno de hablar de El, pero veo que El se sirve de
mí para dar testimonio, de hecho algunos de mis amigos de infancia con los
que robaba están viniendo ahora a escuchar las catequesis para poder entrar
en comunidades.
Al final
de esta carta, la hija de Pasquale quiso añadir:
Querido
Kiko, soy una niña de nueve años y también yo he tomado el camino del Señor
como ha hecho mi padre que era un drogadicto y un ladrón, pero yo he
entendido que lo más importante es tener alegría, amor, fraternidad con Dios
y con nuestro prójimo.
El Señor
ha cambiado a mi familia y estamos siguiendo siempre a Dios y no lo dejaremos
nunca, y siempre le seguiremos a El porque el dinero no hace feliz al hombre,
al contrario, le hace infeliz, pero si un hombre sigue el camino del Señor y
de la paz, es feliz como mi familia y yo, pues nos ha cambiado y nos ha hecho
salir de la tribulación y nos ha hecho felices, alegres y llenos de la luz
del Señor, que ha entrado en nuestros corazones.
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